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Gastroenteritis en perros: Tratamiento del síndrome del intestino irritable

Gastroenteritis en perros: Tratamiento del síndrome del intestino irritable

La gastroenteritis en perros es un factor de riesgo para la aparición del síndrome del intestino irritable. Analizamos sus síntomas y etiopatogenia, brindando pautas para su diagnóstico y tratamiento.

La gastrointeritis en perros es una inflamación del tracto gastrointestinal que puede estar causada por una infección por bacterias, virus o parásitos, así como por la acción de ciertos medicamentos o incluso por un cambio en la dieta. Se trata de uno de los factores de riesgo más importantes para la aparición del síndrome del intestino irritable.

El síndrome del intestino irritable es una condición poco estudiada en Medicina Veterinaria, pero se estima que afecta a entre un 5-17 % de los perros que presentan síntomas en el intestino grueso, como describieron los doctores Bercik, Verdú y Collins. Los perros de mediana edad suelen ser los más afectados.

Síntomas del síndrome del intestino irritable en perros

En los perros, el síntoma más frecuente asociado al síndrome del intestino irritable es la diarrea. La consistencia de las deposiciones puede ser blanda o acuosa, a menudo con presencia de mucosidad. La hematoquecia no es común.

 

 

Muchos casos presentan pérdida de peso y pueden producirse vómitos recurrentes o persistentes. A veces pueden aparecer complicaciones como la ascitis, si hay hipoalbuminemia, o palidez de las membranas mucosas, si se produce una hemorragia gastrointestinal crónica.

Al igual que otros trastornos del intestino grueso, el cuadro clínico puede cursar con tenesmo, el cual genera dolor y/o molestias. También puede acompañarse de borborigmos y flatulencia. El dolor abdominal presente durante los episodios puede deberse a los espasmos del intestino o a la distensión intestinal por los gases causados por la aerofagia.

Etiopatogenia del síndrome del intestino irritable

En aproximadamente el 75 % de los casos la causa de la inflamación intestinal no es evidente, si bien se piensa que puede estar asociada a una pérdida de tolerancia a los antígenos luminales, ya sean alimentos y/o bacterias.

De hecho, los cambios en la dieta pueden desencadenar el síndrome del intestino irritable, incluso antes de que el alimento llegue al colon, lo cual hace pensar que ciertas hormonas gastrointestinales, como la colecistoquinina y la gastrina, desempeñan un papel importante en esta afección.

El síndrome del intestino irritable también depende del estrés. Los animales con predisposición al nerviosismo o aquellos que están sometidos a una mayor tensión, como los perros de rescate, suelen ser más propensos a desarrollar este problema.

Sin embargo, en la base del síndrome del intestino irritable se encuentra una disfunción en los mecanismos de control de la motilidad. Es probable que las alteraciones en el sistema nervioso central produzcan una reactividad excesiva de los circuitos centrales de estrés que puede desencadenar reacciones autonómicas y endocrinas, como una hipermotilidad. 

¿Cómo se diagnostica el síndrome del intestino irritable?

Las manifestaciones clínicas del síndrome del intestino irritable en perros son numerosas pero inespecíficas, por lo que se realiza un diagnóstico por exclusión, tras descartar trastornos que causan síntomas parecidos como la enfermedad inflamatoria intestinal, sensibilidades alimentarias, infecciones, pancreatitis crónica o neoplasia.

Habrá que realizar análisis de sangre para evaluar indicadores como la lipasa pancreática presente en el suero o las albúminas séricas, que indican la pérdida de proteínas, algo común en el síndrome del intestino irritable. Un análisis coprológico, cultivos microbiológicos o la técnica de Baermann permitirán detectar la presencia de parásitos y bacterias enteropatógenas. También conviene realizar una evaluación dietética para descartar una posible sensibilidad alimentaria.

En algunos casos habrá que realizar una colonoscopia con biopsia de mucosa extraída de distintas zonas para poder descartar la enfermedad inflamatoria intestinal y las neoplasias. Hay que tener en cuenta que la endoscopia es menos invasiva, pero el muestreo es más limitado.

Tratamiento del síndrome del intestino irritable

El tratamiento suele incluir la modificación de la dieta y el empleo de suplementos de fibra, así como el uso de manera intermitente medicamentos antidiarreicos y anticolinérgicos. En algunos casos, aumentar la cantidad de fibra de la dieta puede mejorar los síntomas, pero es importante tener presente que demasiada fibra fermentable puede estimular los gases.

Algunos pacientes, en especial aquellos que presentan diarrea en respuesta a los alimentos, pueden responder bien solo con la modificación de la dieta, sobre todo las que se basan en proteínas hidrolizadas, lo cual indica una posible sensibilidad dietética.Es por eso que ciertas dietas con ingredientes muy digestibles pueden ayudar a reducir los trastornos gastrointestinales.

La terapia medicamentosa prevé el uso de opiáceos como la loperamida, fundamentalmente durante los cuadros de diarrea. Los anticolinérgicos como la hioscina pueden aliviar los espasmos intestinales, pero a menudo empeoran el íleo. A los perros que presenten dolores abdominales se les pueden suministrar una mezcla de antiespasmódicos y tranquilizantes. También se puede combinar la acción sedante del clordiazepóxido y el efecto anticolinérgico del bromuro de clidinio para aliviar el malestar provocado por el aumento de la función motora del colon.

Referencias :
1. Bercik, P. et. Al. (2005) Is irritable bowel syndrome a low-grade inflammatory bowel disease? Gastroenterol Clin North Am; 34(2): 235-245.
2. Cerquetella, M. et. Al. (2010) Inflammatory bowel disease in the dog: Differences and similarities with humans. World Journal of Gastroenterology; 16(9):1050-1056. 
3. Sturgess, K. (2005) Diagnosis and management of idiopathic inflammatory bowel disease in dogs and cats. In Practice; 27(6): 293-301.
4. Mayer, E. A. et. Al. (2001) Basic pathophysiologic mechanisms in irritable bowel syndrome. Dig Dis; 19(3): 212-218

 

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